Llega el momento que estamos esperando todo el año desde arroz de Lucía, la siembra del arroz, momento clave y punto de partida para que nuestro arroz se asiente en esta tierra fértil y pueda dar lo mejor de sí mismo. No hay mayor satisfacción para nosotros que poder verlo crecer día tras día, regalándonos una inigualable estampa y la satisfacción de ver madurar nuestros granos más preciados como si fuera un miembro más de la familia.
Pero no todo es poesía en la siembra de los campos de arroz, en verdad hay muchas tareas laboriosas para preparar el terreno donde se sembrará. Por esto, desde enero empiezan a realizarse las primeras labores de arar los campos, fanguear (remover la tierra a fondo) para airearlos y después inundarlos. Sobre el mes de marzo, con el terreno ya seco, se nivela correctamente, con las pendientes oportunas en su justa medida, dejándolo que absorba los mejores rayos de sol para prepararse. Después se abren las compuertas y se da rienda suelta a las aguas para que inunden los campos cálidos, quedando como resultado un paisaje de marjal resplandeciente con reflejos de cielos azules en la tierra. Finales de abril principios de mayo es la fecha clave para la siembra del arroz, momento en que el agua se ve clara, sin lodos y ha cogido la temperatura de la tierra, factor que favorece el rápido crecimiento de la planta. La siembra puede realizarse a voleo, a mano, con máquina o por avión. Según la cantidad de semilla empleada, esta da lugar a un cierto número de tallos por metro cuadrado. En menos de un mes comienzan a crecer las plantas, que deben estar siempre cubiertas de agua hasta una altura de unos 15cm.
Este año coincidiendo con la siembra del arroz, hemos podido disfrutar de la competición de vela latina, una especie de regata de arroceros y agricultores. Se trata de una mezcla de deporte y tradición cultural que se organiza desde la Federación Cultural Valenciana de Vela Latina para recuperar una tradición milenaria de los municipios bañados por l’Albufera. La vela latina debe su nombre a la vela triangular que capitanea las pequeñas embarcaciones, capaz de navegar contra el viento. Este tipo de embarcación, antiguamente se utilizaba para todo tipo de actividades, desde la pesca, la caza o el cultivo del arroz hasta el transporte. Su poca profundidad y los cinco metros de longitud permitían navegar por sitios estrechos o con mucha vegetación.
En el momento que asoman los primeros tallos verdes, en arroz de Lucía sentimos más que nunca que esto merece la pena. Todos los esfuerzos de preparación, cuidados del campo, de mimo en la selección de la semilla para luego poder cosechar en condiciones optimas de maduración, de repente cobran sentido porque sentimos pasión por nuestro trabajo. Una de las mejores recompensas es el bello tapiz verde que los campos nos regalan al llegar el verano y como se va dorando al sol a medida que se acerca septiembre, momento de cosecharlo.
Puede que esta pasión nos haya calado desde mucho antes que imaginamos. Empezando por haber nacido en una de las ciudades arroceras más importantes y con más tradición en el cultivo del arroz, seguido de la tradición familiar y la herencia cultural que te ata, en el buen sentido de la palabra, a cuidar de la tierra para que de sus mejores frutos. Estampas ya antiguas de la plantà del arroz y de los agricultores arrancando planter impregnan de tradición nuestros recuerdos y nos impulsan a seguir innovando y mejorando en el proceso del arroz para conseguir los mejores resultados. Así como nuestros padres y abuelos nos enseñaron a sentir la tierra, desde arroz de Lucía no podemos sino transmitir esta pasión y buen hacer a nuestros predecesores.